domingo, diciembre 28, 2008


Me siento un tanto como ese cuento de Anaid. Cuando él llegaba con el pan en la mano y subía saboreando la hora de abrir la puerta y verla a ella. Yo subía un poco distinto, con paso ágil para verlo a él sentado allí en el mismo lugar, con la misma costumbre de siempre, pero en cuanto llegaba se desvanecian mis espectativas, quizá por que simplemente seguía siendo él y no más, porque sencillamente yo ilusionaba verlo a él pero en alguien más.
Es dificil deducirlo, porque si soy sincera creo que ahí va el amor de vida, pero suena tan así, tan a secas que ni yo lo creo, pero la verdad es que con él se marcha también una parte de mí, esa parte que fincaba ilusiones, esa parte que decía "te amo", esa parte que nunca soy yo, y se va esa causa que me hacía feliz, pero claro no todo es pesimismo también se despiden los sin sabores, las rabietas y los enojos, en la casa no se oirá nunca más un azotón de puerta a menos que se por descuido mío, también se alejan los reproches y las malas caras.
Y haciendo un recuento pregunto ¿entonces eso es todo?: ¿eso significa y nada más? y contesto: entonces el amor, está en decadencia, es él o nosotros los que vamos blasfemando, es él o nodotros los que vamos haciendo de esto cada vez más una pequeña espoera de supervivencia y cada vez menos una razón de vida.
Quizá no lo amé como él quería, eso es posible o tal vez el no amó como yo ansiaba, eso está demás así es y se va o marcho...